Rafael Álvarez, EL BRUJO, es un animal escénico, desde el escenario juega, juega con los textos, con el tiempo y el espacio, con los espectadores, con la vida.
Sus obras tienen un comienzo y un final, aunque entre medias todo puede pasar, ya que, como dicen sus admiradores (entre los que me cuento), cuando el Brujo esta inspirado (que suele ser muy a menudo) nunca se sabe lo que puede pasar. En boca de EL BRUJO, los textos están vivos y respiran en cada representación, fluyen y se transforman, desvelan sus misterios y encuentran otros nuevos. El Brujo se hace dueño de las tablas mientras desmenuza la vida con historias creadas por otros autores que recrea y hace suyas. Lo mismo nos ofrece versiones renovadas de clásicos, que pone voz y da vida a los personajes de las obras, o que crea obras nuevas donde reflexiona y utiliza el humor como arma para ello. Rafael Álvarez El Brujo, parece un juglar que escapo de la edad media, pero que, en esta nueva época se resiste a dejar de ser un artista itinerante que recita y canta las obras propias y ajenas.
La voz envolvente y segura de EL BRUJO, llena el escenario y pocas veces sus espectáculos necesitan adornos, la palabra es la protagonista, y su naturalidad en escena nos hace olvidar lo minuciosamente preparados y estudiados que están sus espectáculos, aunque dentro de ellos, siempre puede sorprendernos con algunos momentos de improvisación.

Disfrutar de los espectáculos de EL BRUJO es siempre un placer y en este mes tan especial tenemos la suerte de poder verlo por partida triple, con tres espectáculos que se representan en el teatro que se ha convertido en la segunda casa de Rafael Álvarez, EL BRUJO, el Teatro Cofidis Alcázar de Madrid.