El sol cae fuerte en Madrid cuando llegamos al hotel en el que se alojan los bailarines del Ballet Clásico de San Petersburgo. Están en la piscina, donde nos reciben con una sonrisa. Allí es donde pasan parte del tiempo libre que tienen, al sol, entre entrenamientos, ensayos y funciones.
No hablan español, ni siquiera inglés, y gracias a Tatiana Solovieva, productora del espectáculo, conseguimos que nos cuenten cómo viven el día a día de una gira que los lleva durante meses por diferentes ciudades de todo el mundo.
No es fácil dedicar una vida a la danza, requiere mucha dedicación y disciplina, sin embargo, en todo momento el ambiente que encontramos es de lo más relajado, con nosotros y entre ellos. Transmiten seguridad por un trabajo que adoran y, además, se respira serenidad, humildad y buen rollo.
Las mañanas suelen tenerlas más libres: disfrutan del sol y aprovechan para pasear por la ciudad. Se les ve muy a gusto en Madrid y Tatiana nos lo corrobora.
Las tardes las pasan en el teatro. Los camerinos son un mar de tul: tutús y vestidos vaporosos se mezclan con cintas y puntas. Encontramos allí a Valerie Ferazzino, una de las bailarinas que está terminando de peinarse. Tanto ella como su hermana bailan en esta compañía. Tienen 22 y 27 años, y ya han dedicado más de media vida a la danza. Llevan cinco años trabajando con El Ballet Clásico de San Petersburgo, representando por todo el mundo ‘El lago de los cisnes’, ‘La bella durmiente’ o ‘El cascanueces’. ‘Es mucho tiempo fuera de casa, pero nos encanta y estamos siempre juntas’, nos cuenta la italiana.
La mayoría de bailarines está ya sobre el escenario, y las hermanas se unen enseguida a ellos. Antes de cada función, es fundamental prepararse bien. Empiezan con el calentamiento, que realizan de forma individual; le sigue una clase de ballet, guiada por Andrey Batalov, reconocido bailarín ruso, director artístico, coreógrafo y uno de los bailarines principales de la compañía.
La clase transcurre en silencio, con la única voz de Andrey y el acompañamiento del piano, que suena en el móvil del coreógrafo, marcando el ritmo de cada ejercicio.
Finalmente, antes de que arranque la función, empieza el ensayo. Pasos que se pueden mejorar, repaso de algunos fragmentos… Tatiana nos explica que en el ballet ruso cada movimiento es importante. ‘El ballet es un arte serio, no se trata una secuencia de pasos sin sentido, algo meramente decorativo. Es algo que diferencia a la escuela rusa de la occidental. Cada movimiento está estudiado y se trabaja hasta la perfección’. Y así lo comprobamos. Bailarines y bailarinas pasan por el escenario repitiendo las veces que sea necesario hasta conseguir el resultado óptimo.
Nos despedimos de ellos en pleno ensayo, antes de que bajen a los camerinos a prepararse para la función. El sol sigue iluminando las calles de Madrid cuando salimos del teatro. Dentro, las luces del escenario esperan a que dé comienzo el espectáculo.
El Ballet Clásico de San Petersburgo está en el Teatro EDP Gran Vía hasta el 4 de agosto representando El lago de los cisnes y La bella durmiente.